10.27.2011

Un año sin Él

Me tocó ser el primero y él se paró a entregar el reconocimiento...
Sólo había recibido antes un reconocimiento: el de los Veteranos de  Malvinas de Junín. Nada menos. Pero fue en una ceremonia íntima. En una reunión de las que nuestros veteranos realizaban cotidianamente.
Pero esta vez, fui convocado a la Casa Rosada. Pudo ir mi familia. Era el 12 de julio de 2004. Como el Día de la Medicina Social se instituía en memoria de René Favaloro (que  puede ser discutible), estaban los chicos de la Escuela del Barrio El Mondongo de La Plata. Y otros once profesionales de distintas provincias del país que también iban a ser reconocidos. El Salón Blanco estaba lleno. Lleno total.
Nunca esperé que al primero que nombraran fuera yo. Acostumbrado, por mi apellido, a ser de los últimos, dijeron "Por la provincia de Buenos Aires...". Y al incorporarme, veo que, el que se para para entregármelo, era nada menos que el Presidente de la República... Se me aflojaron las piernas. Le farfullé, emocionado, que para mí era un honor... Me dijo que no, que el honor era para él... Y cuando notó mis lágrimas, hizo un gesto típico de él: con su palma izquierda hacia arriba, me ofreció a la multitud que estaba aplaudiendo (entre ellos, ancho a más no poder, estaba mi viejo) quienes, al notar que lloraba, estallaron en una ovación.

Cuando terminó el acto, no se fue hasta no darle un beso a cada uno de los cientos que estaban ahí.


Siempre digo, con respecto a ese momento culminante de mi vida, que valoro no haber sido reconocido ni por descubrir una vacuna, ni por salvar a un pueblo de una epidemia... No. Fue, simplemente, por hacer bien mi trabajo con respecto al Programa Remediar. Nada más. Algo estaba cambiando si se reconocía a cualquier ciudadano, simplemente, por hacer su tarea.

Todo lo que hizo antes y después es conocido y recordado por todos los argentinos. Algunos lo comprendemos y lo valoramos. Otros todavía no comprenden.


Hace un año nos dejó.

Millones lo extrañamos.

Ojalá seamos dignos de él.

Mientras me doy vuelta, emocionado, él comienza a estimular a la multitud que colmaba el Salón Blanco, a acompañarme en mi emoción...

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