2.02.2011

Ya no podremos...




Es difícil.

Ya sabía que lo estaba acorralando. En medio justo de una bronca. De las que dos por tres nos gestábamos.

Esa intrusa.

Nunca nuestra relación fue fácil. Salí como él. Carácter fuerte. Y no callarte cuando tenés algo que decir. Sólo la infancia fue libre de conflictos. Porque los límites se los agradezco. El resto, fue caricias y ejemplos de honradez y honestidad. Y una complicidad de sonrisas familiares.

Pero esa intrusa.

Le debo mucho, muchísimo. Si por Julio quise ser médico, por su esfuerzo pude lograrlo. Si sentí que mi lugar estaba en el país más de adentro, más íntimo, más sano, fue por él. Y me dio el terreno donde edifiqué mi casa. Y el auto. Y tantas, tantas cosas le debo…

¿Qué pasa con un árbol cuando ve partir el pájaro que albergó?

¿Qué hace la distancia?

Fui implacable con sus errores, para no olvidarme de ellos cuando me paro frente a mis hijos. (Igual… debo cometer otros).

Pero había tanto cariño, tantas ganas de jugar…

Y mis hijos también saben de eso.

¿Podía haber sido mejor?
Pero eso nos concierne a los dos.

Y esa intrusa.

Fue zafando, fue burlando su acoso para que pague algunas deudas con su cuerpo.

Creí que todo iba a ser natural. Tan acostumbrado a ver esos desenlaces…

Pero Susi, Flopi, Dari, Nati, Julio… su último amigo en pie…

Y sí, arrugué. La confusión (yo que creía tener todo claro), el desamparo (ahora soy el Sayar más viejo), las broncas no resueltas (hablo tanto porque sí…).

Verlo fue duro. Ya no más… tantas cosas…

Y la intrusa.

Les hablo tanto a los chicos que hablen con sus viejos… ¿Y yo?

¿Hablé suficiente con el mío?

Y un caleidoscopio demente me acosa con imágenes… Corriendo con mis piernitas de 5 o 6 años después de que compraba en el kiosco esos malditos cigarrillos, me desafiaba a una carrera cuando ya había picado en punta (¡Eeeehh! ¡Eso es trampa!), y lo trataba de alcanzar inútilmente apretando fuerte el paquete de figus… Pescando juntos con sus nietos… O escuchando en Claromécó Locche-Fují.. La rapada que no se interrumpió a tiempo.. Gritando uííí en las sierras de Córdoba con el tío Julio… Bailando en los ’70 aquella mezcla de Travolta con un anticipatorio Robocop… La última, tonta discusión…

Esa intrusa…

Sí. Murió mi viejo.

Murió papi.

Y es difícil… Difícil dar a cada cosa su lugar.

Y aunque estas líneas no logren desahogarme, quiero contarles que lo bueno que pueda hacer en este mundo, que lo bien que acompañe el crecimiento de mis hijos, se lo deben a él.

Y yo, decididamente, me quedo con una mano tibia rascándome suavemente la espalda.


Y la intrusa ya no nos separa.









La primer gran alegría: mi/su título

Algunas "faltas de respeto" que disfrutaba, y hasta Fran, su nieto,
se le animó también esta navidad.


¿Se habrán encontrado?





La última que estuvimos todos...






Un par de pingúinos con los que lo emocioné...





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